Anoche fui a ver a Caetano Veloso y Maria Bethânia
No fue anoche, fue el domingo, pero, ¿a quién le importa? En este newsletter no vamos tras la ilusión de la inmediatez, sí, por la cercanía. Experiencias y escritura desde la ciudad maravillosa.
Como toda persona que escribe y viaja, este año empecé a llevar un diario. Volví al ejercicio de escritura universal de la adolescencia. Me gusta la expresión de “llevar” el diario, que a veces está en un documento de Word y otras efectivamente lo cargo conmigo, porque también hago anotaciones en un cuaderno -el designado para ese tipo de cosas, uno chiquito e ilustrado por una amiga, Yuyis-, y en mi grupo de WhatsApp (apuntecito). Algo de lo que escribo en ese diario, me pareció, tiene que ver con el oficio periodístico básico: ir a ver, contarlo.
Así que acá estamos. Ir a ver, a veces, es sacarle una foto al poema que me gustó en una librería. Como la librería Travessa, en Botafogo, Río de Janeiro, adonde participo de un club de lectura de poesía. El mes pasado leímos Asma (Nós, 2024) de Adelaide Ivánova, una poeta pernambucana fascinante. Cuando me atreva con algunas traducciones, será tema de un próximo correo. En este, lo importante es que ese libro es una locura, una con mucha acidez y bibliografía, y que hace un viaje por la historia del mundo.
Toma la respiración poética de la tragedia griega, de la métrica romance, de Amy Winehouse, del vals, de la historia de Brasil y de los cantos de los pueblos. En todas, falta el aire y la misma boca, la de Vashti Setebestas, que es la de las mismas de siempre, las putas, las pobres, las desviadas, las oprimidas, se abre para buscar recuperarlo. Su personaje viaja y transmuta a través de los poemas. “Respirar no es sentir, más bien es inventariar lo que falta”, recuerdo, la voz de Rosario Bléfari en su Diario del dinero (Mansalva, 2020). El año del último libro que preparó Rosario en vida es el mismo en que se editó en Argentina el pomeario anterior de Adelaide, el martillo (Mandacaru, 2020), con traducción de Diana Klinger.
Van dos poemas de Asma, título que también me convoca por asmática. Están en portugués, pero su sentido y música puede entenderse, mejor si los leés en voz alta. Fijate que el primero es un vals.
Sigamos. Las nuevas auroras, el título que le puse a este nuevo medio de comunicarnos entre vos y yo, viene del estribillo de una canción de Nação Zumbi:
Vou andando nas horas,atravessando os agoras,dançando as novas auroras.
Ainda nem chegou e pensa que já foi.
Nação Zumbi, banda también pernambucana, una primera coincidencia geogróafica en esta historia, natural, dadas las ganas que tengo de conocer más el nordeste de este país, está celebrando los 30 años de su primer disco de estudio junto a Chico Science, Do Lama ao Caos. Chico es otro de los seres que aparecen en el viaje de Vashti Setebestas, junto a Virginia Woolf, Vinicius de Moraes y dragones. También será tema de algún próximo correo. La cosa es que elegí el título porque me hace pensar en el asunto del tiempo. Por el aniversario, por la ansiedad, en eso de atravesar “los ahoras”, que ahora es casi un lugar común para hablar de esta era, en la que todo el tiempo pasa algo nuevo a la vez que continúa sustanciandose lo mismo de siempre. Como en los poemas de Adelaide.
Llego ahora a lo más reciente en tiempo y un poco más al sur en origen geográfico. Anoche, es decir, la noche anterior a que escribo esto, fui al recital de Caetano Veloso y Maria Bethânia. Los hermanos baianos que llegaron a Río de Janeiro -se sabe, el mayor escoltando a la hermana- son nombres máximos de la Música Popular Brasileña. Él, a través de la tropicália, el exilo en Londres y toda su trayectoria artística, hizo más de 30 canciones para ella, que se sube siempre descalza al escenario, en señal de respeto, dice, porque lo considera un espacio sagrado.
Él es Caetano Veloso pero ella realmente es todo, es una fuerza de la canción, una hechicera con ese pelo plateado salvaje, una voz aurática y una presencia muy fuerte sobre el escenario. Empezaron en agosto en Río su primera gira juntos por primera vez después de 46 años. Compartieron escenario muchas veces, pero la única vez que presentaron un espectáculo como dupla fue en 1978. En el Canecão, la sala mítica de Río, se grabó el álbum en vivo de ese tour.
El recital fue una cosa hermosa. Cantamos mucho, con esa forma maravillosa que tiene el público brasilero de cantar junto todas las canciones. Empezamos, igual que el vivo del 78, con Tudo de novo. Después, no sé, cómo recordar el orden, fue de esos recitales que te llevan a otro estado durante todo el show, en donde podrías seguir, otras dos horas, todos los días. Sé que cantamos:
Você é lindae sabe viver,você me faz feliz.Esta canção é só pra dizer,e diz
Você é linda,mais que demais
Y también: Um índio descerá de uma estrela colorida, brilhante/ de uma estrela que virá numa velocidade estonteante/ e pousará no coração do Hemisfério Sul, na América, num claro instante/ depois de exterminada a última nação indígena/ e o espírito dos pássaros das fontes de água límpida/ mais avançado que a mais avançada das mais avançadas das tecnologias.
Hubo muchas canciones de amor. Se nombró y agradeció a Gal Costa, Gilberto Gil, Tim Maia, hubo samba y carnaval con la canción de Filhos de Ghandy, el bloco de Salvador. Estaban presentes en el público Iza y Milton Nascimento. De ella hicieron el tema Fé, y cantamos: Fé pra quem é forte/ Fé pra quem é foda/ Fé pra quem não foge a luta/ Fé pra quem não perde o foco/ Fé pra enfrentar esses filha da puta. Yo creo que también pudo haber estado presente Liliana Herrero, porque el viernes dio un concierto en Río junto a María Gadú, en el Festival Medio y Medio. O sólo yo la invoqué con el pensamiento.
El final del recital tuvo algo que yo no recuerdo haber visto, no con esa intensidad e intención: cerró la banda. Las y los artistas que, atrás de Caetano y María Bethânia, tan precioso él, tan increíble, ella, se entregaron dos horas sin parar sobre el escenario. María Bethânia y Caetano, después de hacernos bailar con Reconvexo, se fueron y volvieron a salir, pero sólo para saludar. La banda empezaba con Odara. Y la canción fue creciendo, desde el telón de fondo de la despedida, hacia el frente del escenario. Y explotó, porque es una canción increíble.
Hay una palabra que empecé a escuchar en portugués que es instagramável. Digo en portugués porque no es común con esa frecuencia en Argentina, capaz podría decir en portugués carioca, la ciudad megaturística. En el recital, el momento así, instagrameable, fue cuando Caetano, en su bloque de canciones solo, hizo su versión del tema gospel Deus cuida de mim del pastor Kleber Lucas. El tema, sí, sin faltarle el respeto al gospel, que quizás no sea la vibra que mejor le va a Caetano, fue aburrido. O sea, no fue entretenido. Se salió de clima. Incluso fue casi el único momento en que él -ella prácticamente no lo hizo- habló con nosotros en el público. La gente en el campo aprovechó para sacarse fotos.
El tema habla de Dios, de cuidar nuestra casa. Caetano dijo que es muy interesante para él el crecimiento de la fe evangelista en Brasil. No es la primera vez que su obra y su figura hacen paralelismo con Bob Dylan, que hizo los discos de la trilogía cristiana. Ya durante las útimas elecciones, cuando Lula y gran parte del país buscaban sacar a Bolsonaro de la presidencia, Caetano hizo un llamado contra el prejuicio, o “preconceito pseudochique”, contra quienes forman parte de la Iglesia evangélica, que son, en su mayoría, mujeres, negras y pobres. Fue entonces cuando grabó el tema con el pastor. El gospel, después del sertanejo, es de los géneros más buscados en Brasil.
En eso me quedé pensando, anoche, en el recital, mientras las espaldas aterciopeladas de Maria Bethânia y Caetano, azules y verdes, rodeadas de bordados dorados en la falda del vestido de ella, dejaban el escenario y le daban paso a su banda para que cierre el espectáculo. ¿Con qué se quedaron, ellas, ellos? Al frente del escenario del Farmasi Arena, y también en un limbo, en el cierre de una era y la pregunta por una nueva. Con la nostalgia que late en el corazón del pop, la necesidad y la alegría de la fiesta, con una tradición, ficaron, ficamos, odara, qualquer coisa que se sonhara…
Volví en auto con unos amigos, mirando el mar de noche por la ventanilla, poniendo las canciones que nos habíamos quedado con ganas de que hagan, como Carcará. Siempre, queriendo más.
Con otras amigas, Ela y Priscila, nos dimos cuenta, hace un tiempo, de que las tres le ponemos algo rojo y un vaso de vino al Gauchito Gil. No recordamos bien cuándo fue, sí sabemos que hubo una noche fundamental en la que perdimos el último colectivo para volver a Santa Fe, compramos chocolate y vino y nos leímos en voz alta la última crónica de Las ceremonias. Crónicas de personas que usan drogas (El gato y la caja, 2023) de Marcos Aramburu, que aprovecho para recomendarte. Puede leerse gratis acá y si podés comprar el libro físico, que es muy bello.
Desde entonces, investigamos sobre la figura del Gauchito y otras creencias populares que han crecido por fuera y dentro del campo de control eclesiástico. Nos preguntamos por esas entidades en las que depositamos de alguna manera nuestra fe quienes nos reconocemos, en general, como personas escépticas y antireligiosas. Pero que también necesitamos pedir algo, pedir por alguien, creer en el bien y confiar en que algo va a resolverse, de cierta forma -que vai dar certo-.
Mi hermano, que estudia Biodiversidad y está en el delicado momento de tener que rendir Epistemología, me acerca hoy, sin saberlo, una forma de pensarlo. Me cuenta en un mensaje que una de las críticas a Hempel (no necesitamos saber quién es ahora mismo, para mis colegas de las ciencias sociales, creo que era uno que andaba con Popper) apunta que las explicaciones funcionales y teológicas no precisan de una ley. Le pregunto por lo de “explicaciones funcionales” y me dice que no se necesita una ley -científica- para saber que el corazón bombea sangre, lo sabés porque es su función. Porque es un corazón, bombea. Excepto que algo ande mal.
Muchas cosas andan mal -insertá acá la catarata de memes que viste sobre la última semana en Argentina-, pero, también, el mundo nos sorprende siempre con su luminosidad, hay vida, amor, pasión. ¿En qué creemos, a qué ilusiones nos encomendamos para ir a dormir y que al otro día sea un nuevo día?
Repaso entonces las cosas que me conmovieron y reuní en este primer correo: poemas, libros, canciones, dibujos, amigas, familia. Otros discos, cortos y películas que quedaron afuera. Las cuento con los dedos como sílabas de un poema, en ellas hay algo de fe. Dejan ver la luz de las nuevas auroras, y quiero bailar su música. Vuelve Rosario Bléfari, que decía que hay que escuchar la música de ahora, leer los libros, ver las películas, porque hablan de cómo solucionar los problemas de ahora.
Ahora, auroras, ahoras. Como te dije al principio, no me interesa que compartamos la ilusión de la inmediatez. Sí, espero, la de la cercanía. El recital fue el domingo y hoy, el día en que te envío este primer correo, es miércoles 14 de agosto. Voy a probar volver a escribirte en quince días.
que hermoso que estes acá para narrar un poco de toda esta locura increíble llamada Brasil
Hermoso Agus! y mas que des y demos espacio para leer y compartir en medio del caos. Te abrazo